Era tarde o temprano, no lo recuerdo bien.
Sus ojos se inmiscuían sutilmente en mí,
y ellos eran, en verdad, el problema:
cuando los observaba, me arrastraban a esas viejas callejuelas italianas,
y me imaginaba vagando por ellas,
y quizás bebiendo una pinta de cerveza en algún cafetín,
mientras el humo del tren rivalizaba con las nubes.
Pero el tiempo, el reloj y el amor mismo
eran prisioneros de la mafia siciliana.
¿Qué poder tienes tú
para crear un mundo con tus ojos?
Juan Andrés Gutiérrez – Juan Fabricante de historias.
